Considero que 20 días son un
periodo de tiempo más que justo para haber dejado enfriar todas las ideas generadas
en mi primera impresión tras la llegada a este país. Escribo desde Valparaíso
(Chile), dos semanas después de mi llegada. Inicio un proyecto en el que quiero
mostrar la cultura local a través de mis ojos y mis palabras. Miles de
kilómetros atrás dejo a familia, pareja, amigos… Pero no estaré solo: en Chile
me esperan todos los grandes amigos que conoceré durante este año.
De España a Santiago
El pasado 15 de Julio a las 21
horas tomaba desde Bilbao el primero de una serie de vuelos: Madrid – Buenos
Aires – Santiago. Aún no había montado en el primer avión y ya me convencieron
para hacerme socio de ‘Médicos sin fronteras’ con una cuota anual a medida para
el bolsillo de un estudiante. Llamadme supersticioso (o estúpido), pero me
quedé más tranquilo: fue como ponerle una velita al karma para que mis aviones
se mantuviesen en el aire todo el trayecto.
A media noche embarcaba en ‘David Bisbal’, el avión trasatlántico que me llevaría rumbo a América. Por supuesto,
no ocurrió nada destacable; me dieron de cenar y desayunar, tuve tiempo para ver
series, e incluso eché alguna cabezada. El trasbordo en Buenos Aires no tuvo
ninguna complicación y, a diferencia de todas las personas que me han contado
su experiencia después de realizar el mismo viaje, mis maletas no se
extraviaron por el camino (de trece personas que vivimos en mi casa de Valpo, a
seis les ocurrió esto). Pero he de decir que mi viaje fue perfecto.
Dos horas de espera viendo una descomunal
cantidad de contaminación sobre la ciudad de Buenos Aires y cambié a disfrutar
del paisaje nevado de la Cordillera de los Andes en pleno vuelo. Ah, y de
regalo, otro desayuno.
Con unos 50 kilos en maletas y nosecuántas horas de viaje acumuladas,
puse pies en tierra en Santiago de Chile, había llegado. Bueno, no: me quedaban dos horas de autobús hasta Valparaíso, pero ¿qué podía pasar estando
tan cerca? TODO. Este parte de la historia me daba vergüenza contarla porque es
de completo principiante, pero dado que al final no salió ni tan mal, me voy a
atrever a contarla.
En el aeropuerto de Santiago
tenía la necesidad de llegar hasta la estación central de autobuses, y de ahí a Valparaíso. Buscando cómo podía hacer esto me topé con
un chico vestido de guía que me empezó a dar consejos varios sobre cómo llegar
a Valparaíso, negando la existencias de autobuses si no eran para grupos de
turistas, atosigándome él y un poco más adelante su compañero. Me empezó a
mosquear que ellos mismos me ofrecieran un taxi para llegar y que me dieran
dudosas y cambiantes cifras, ante un viajero solitario como yo, cansado tras
casi un día de viaje y que hacía la conversión de euros a pesos chilenos con aún
mucha lentitud. Y es que así funcionaba la cosa, me decían cantidades de pesos
a secas cuando se referían a miles de pesos:
Nota: el cambio actualmente de
peso chileno está en torno a 1€ = 750 CLP
Taxista tretero: Le digo que con nosotros puede viajar a Valparaíso por
150 pesos.
David: ¿150 pesos? ¿No es una cantidad excesivamente barata?
Taxista tretero: Claro, no sé qué le habrán dicho que cuesta llegar.
David: Pero te estás refiriendo a miles de pesos, ¿no?
Taxista tretero: Por supuesto, eso he dicho.
David: No, acabas de decir que 150 CLP a Valparaíso, y 150.000 CLP es una barbaridad.
Taxista tretero: No, no, no… 150.000 CLP es lo que le aconsejo sacar en el banco para que tenga más adelante en su viaje, para que no saque sólo lo justo. Nosotros le llevamos a Valparaíso por 100.000 CLP. Son dos horas de viaje, no te creas que es barato.
David: Eso sigue siendo una salvajada, no estoy interesado, además, yo quiero ir a Valparaíso en autobús.
Aquí debería haber acabado la
cosa, sólo por principios, por intentar engañarme, por tener por seguro que
eran taxistas ‘piratas’. Pero lo alargué un poco, id a saber por qué, y tras seguir
ofreciéndome precios de broma que yo rechazaba y regateaba, llegué a una oferta
que no me pareció del todo mala: 10.000 CLP (es gracioso porque la primera vez me pidieron 40.000 CLP por esto mismo), incluido el billete de autobús a
Valparaíso (que son 3.500 CLP), que él mismo me sacaría dirigiéndome a la misma
entrada del autobús. Por cierto, existía un autobús que sí que iba hasta la terminal mencionada. De
esto también se aprende, y pude advertir a todos los españoles que llegaban más
adelante para que tuvieran cuidado.
Sobre la odisea de cómo encontré
mi casa
Después de algo menos de dos
horas en autobús llego a la estación de Valparaíso, y es entonces cuando caigo
en que, totalmente confiado de mí, no tengo anotado en ningún sitio la
dirección de la casa en la que voy a vivir, no sé cómo llegar, no tengo móvil…
no tengo nada.
Salgo de la estación y veo muchos microbuses, todos como locos en ambas direcciones, pero no sé cuál tengo que tomar, lo mismo con los colectivos o taxis. Pienso, ‘A ver, David, no seas idiota y la vuelvas a liar, que esto es fácil y lo has hecho muchas veces’. Vuelvo a entrar en la estación y pregunto en un puesto de información. ¿Qué pregunto? Una mierda.:
‘Hola, ¿me pueden ayudar? Acabo de llegar a la ciudad tengo ni idea de cómo llegar a mi hostal, se llama Los Gaviotines, pero no sé en qué calle está, ni tengo el número de teléfono de nadie (ni siquiera tengo teléfono), sólo sé que se está en Cerro Alegre’.
(Llego a ser yo cualquiera de las chicas de información y cierro el puesto y me largo)
Salgo de la estación y veo muchos microbuses, todos como locos en ambas direcciones, pero no sé cuál tengo que tomar, lo mismo con los colectivos o taxis. Pienso, ‘A ver, David, no seas idiota y la vuelvas a liar, que esto es fácil y lo has hecho muchas veces’. Vuelvo a entrar en la estación y pregunto en un puesto de información. ¿Qué pregunto? Una mierda.:
‘Hola, ¿me pueden ayudar? Acabo de llegar a la ciudad tengo ni idea de cómo llegar a mi hostal, se llama Los Gaviotines, pero no sé en qué calle está, ni tengo el número de teléfono de nadie (ni siquiera tengo teléfono), sólo sé que se está en Cerro Alegre’.
(Llego a ser yo cualquiera de las chicas de información y cierro el puesto y me largo)
Señorita: Ningún autobús llega a Cerro Alegre, lo mejor que puede hacer
si no sabe dónde está su hostal es tomar un taxi, le saldrá por unos 5.000 CLP
y el taxista si sabrá dónde dejarle.
David: Vamos a ver, señorita, no hago más que ver buses de acá para
allá. ¿Me está diciendo que no tengo ninguna alternativa que implique ir en bus
y no tener que ir en taxi?
Bueno, pues ahora sé que esa
alternativa en la que yo pensaba existía, y que por 300 CLP me dejaban en la
Plaza Sotomayor y desde ahí eran 400 metros hasta mi destino. También es
cierto que en la situación en la que me encontraba y con las maletas a cuestas,
la mejor opción era la que me ofrecían las chicas del puesto información. Pero
debido a mi reciente experiencia estaba totalmente a la defensiva y veía todo
como una conspiración chilena contra un pobre europeo para que tomara taxis a
precios elevados. Me armé de valor, pedí un mapa de la ciudad y decidí ir a pie
hasta un destino cuyo paradero desconocía.
Por supuesto, me perdí.
Empecé a desilusionarme: ‘Yo que venía con toda mi buena fe a conocer
mundo, y en las pocas horas que llevo en este país, me han intentado timar dos
veces y ahora estoy solo y perdido’. Pido perdón por haber pensado esto
antes de tiempo: en mi ruta desesperada subí cerros y más cerros (Valparaíso
será maravillosa, y en mapa se ve muy bonita y plana, pero es un horror de cuestas hacía arriba que no acaban
nunca), todo el mundo me ofreció ayuda al verme perdido, me indicaron como
mejor pudieron, me reafirmaron a pesar de mi cabezonería que llamara a un taxi.
Una señora muy simpática a la par que interesante se desvío de su rumbo para
acercarme todo lo que pudiera a donde yo creía que me tenía que dirigir, y en
el momento de despedirnos me pagó los 100 CLP que valía el ascensor que me
aconsejó tomar porque yo no tenía monedas sueltas.
Finalmente después de haber
estado dos horas perdido (otra forma de hacer turismo) llegué a Los Gaviotines,
mi nuevo hogar. Lo conseguí porque mientras vagabundeaba reconocí las casas de
enfrente del hostal ya que Javier, el administrador del lugar, las había fotografiado y subido a
su instagram (apareciendo también en Facebook) durante los meses que estuve
hablando con él para arrendarle una habitación. Vamos: una locura.
Valparaíso
Me advirtieron de que 'Chile no es Europa y lo vas a notar. El primer día le vas a tener miedo a
Valpo, pero terminarás por amarlo.' Y así es, a pesar de la locura de primer día
puedo decir que ahora estoy encantado con todo. La ciudad me maravilla, a pesar
de lo similar que es todo (pues a menudo olvido que estoy a miles de kilómetros
de casa) mis sentidos me alertan de que nada es igual; los olores, las
visiones, la gente encantadora, el impacto que me ha supuesto pasar de pleno
verano al frío invierno, los primeros días levantándome a las cinco de la
mañana por el jetlag, el toque diferente que tiene la comida de aquí, el acento
y la jerga chilena…
Todo parece igual pero nada es lo
mismo, y qué más puedo decir, es genial.
El miedo de estar en un sitio
completamente nuevo y lejos de casa desapareció enseguida y salí a conocer la
ciudad. Hay una esencia bohemia que cubre a Valparaíso en sus murales, el
ambiente de la gente, la solidaridad, su forma de cooperar y compartir, los
colores allá donde mires… A pesar de cualquier cosa que os puedan contar (tal y como hicieron conmigo), Valpo es más seguro de cómo lo pintan, y me enfada que me lo
hayan descrito tan negativamente.
Me atrevo a decir que estoy
aprendiendo de todo bastante rápido, o al menos lo intento. Me muevo por gran
parte de la ciudad con soltura, me se el nombre de las calles más importantes y
no me cuesta encontrar algún sitio si me es necesario. Me he acostumbrado hasta
a la presencia de los perros callejeros, se cuentan en cientos y la mayoría son
adorables; solitarios, en camada, tumbados al sol... En muchas ocasiones se
unen a tu paseo, caminan a tu lado como escuderos, son tu escolta cuando vuelves tarde casa... La gente los cuida y así se
han convertido en un símbolo de la ciudad, mientras se intenta luchar contra esta triste situación de abandono de animales.
En cuanto al alojamiento, creo
que estoy en la mejor zona. No podría estar más contento, es una casa en la que
convivimos trece personas como una gran familia de diferentes nacionalidades. La
zona de Cerro Concepción y Cerro Alegre alberga la mayor parte del ambiente
estudiantil.
Poco más puedo añadir, pues estos
primeros días también han sido ocupados por gestiones y papeleos (recordemos
que he venido aquí a “estudiar”). Reforzaré este mismo post con vídeos cuando el mal tiempo le de un respiro a esta ciudad.
Hasta entonces, un saludo y... ¡Let's Adventure!
Hasta entonces, un saludo y... ¡Let's Adventure!
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